Aug 14, 2012

Cubocabezas

Recuerdo que de niño, veía un programa llamado "Gumby" o "Gomosito" aquí en Venezuela. Gumby era un personaje de plastilina color verde, y la serie era buena, pues la animación al estilo stop-motion era bastante fluída y atractiva para la época, y tenía un ligero toque bohemio los capítulos.

Los antagonistas eran unos seres de plastilina color rojo, llamados "Cubocabezas". Los cubocabezas tenían actitud destructiva y disonante, pero no eran tampoco muy brillantes.

Muchas veces me he topado con situaciones donde la mentalidad cuadrada de algunas personas, se asemejan a estos personajes. Son cerrados, molestan y no sienten remordimiento, empeñados en dañar a los demás, pero incapaces de percibir situaciones alrededor, pues no poseen visión de 180 grados.

Durante cierto tiempo, la persona que más me importa ha estado lidiando con sus propio ejército de cubocabezas. Es increíble como pueden objetar circunstancias de otras personas, pero no ven que en algún momento ellos mismos tienen actitudes similares ante esas circunstancias. ¿Acaso por tratarse de ellos, la situación cambia y el resto del mundo debe aceptarlo?.

Una frase famosa dice "todos llevamos una procesión por dentro". Recuerda que no eres mejor que nadie, y aún así, siempre habrá alguien mejor que tú.

La humildad y la compasión se han convertido en características residentes en seres que parecieran estar en extinción.

Been there...

Aug 10, 2012

Afuera

Y con una sensación de opresión en su pecho, Leonardo despertó ansioso. Sentía que le faltaba el aire, que su respiración se hacía errática. Se sentía realmente mal.

Es tan solo uno de esos episodios, donde Leonardo manifestaba en su cuerpo sus angustias. Leonardo sabía que estába dañado, pero aún así guardaba la sensación de no haber atado todos los cabos emocionales de su vida.

Leonardo tenía un hermano, llamado Matías. Era el mayor de tres hermanos. Entre él y Leonardo existían tres años y medio de diferencia. Matías, por ser el primer hijo, siempre tuvo toda clase de privilegios. Siempre fue "el modelo a seguir" impuesto a Leonardo. La diferencia de edad no hubiera sido un problema, sino hubiese sido por las siniestras intenciones de Matías, siempre alineadas en provocar sufrimientos emocionales a su pequeño hermano menor.

Incontables maneras ocurrieron estos abusos. Desde maltratos hasta golpizas. Irónicamente, los padres de ambos hermanos fueron de carácter tranquilo y pacífico, y nunca se percataron de los abusos emocionales que Matías realizaba con el joven Leonardo. Siempre fueron tan solo justificadas con el sencillo pensamiento de "son juegos de muchachos", o un regaño inocuo de "Matías, no seas tan malo con tu hermano". "Los hermanos tienen que quererse siempre".

Los años pasaron, y Leonardo creció con ese miedo tatuado a su alma. Matías dejó de torturarlo cuando su edad le permitió encontrar otros amigos, y Leonardo pasó a ser ignorado. Aspectos tan incluso risibles como que Leonardo entrara a la habitación de Matías, aunque fuera a preguntarle algo, se convertía en una escena patética, donde Matías amenazaba a Leonardo con frases como "si pasas te vas a arrepentir". Leonardo, ya con la cicatriz de los abusos tan visible en su alma, simplemente se dejaba dominar por la amenaza.

Y así el miedo fue haciendo metástasis en el alma de Leonardo. Y nunca pudo luchar contra ello.

¿Cómo puede aprender a defenderse alguien que no fue enseñado a ser defendido?. ¿Cómo puede un niño aprender a ser respetado, cuando los abusos son ignorados y mancillados a simplezas y ligerezas?.

Pobre Leonardo, le ha costado su salud el haber desconocido tan digna herramienta. ¿De qué manera puede pasar la página y comenzar un nuevo episodio de su vida, dónde la sombra del miedo jamás sea tan grande como para oscurecer al corazón y las ganas de vivir?.

Quizás Leonardo encuentre la paz interior que tanto anhela. No será hoy, quizás no sea mañana. Hoy, no le queda más remedio que temblar y angustiarse. No le queda más remedio que llevar su mano a su pecho, y pedir al Cielo que lo socorra. Hoy, no conoce el remedio.

Jul 3, 2012

Ausencia

"¿Dónde rayos se metió el tipo este? - se dijo así misma.

En la ruidosa sala de redacción, se encontraba Violeta. Artes a medio hacer, maquetas, artículos corregidos y otros rechazados con observaciones y comentarios escritos a mano. Música al suficiente volúmen y en el playlist adecuado. Esos playlists que manejan el tiempo al antojo del compás de las canciones seleccionadas, y la canción que rodaba era "Time is running out" de Muse. En fin, en plena meseta del clímax de un deadline.

Violeta trabajaba para la revista "Me la como", revista de moda sobre nuevas tendencias gastronómicas, algo de enología y noticias varias. Y justamente hoy, los empleados corrían desesperados dando los últimos toques a la publicación, que al finalizar la jornada debía ser enviada a imprenta.

"No podré estar allá hoy" - dijo ese día temprano Carmelo por teléfono a Violeta. Carmelo es el dueño y editor en jefe de "Me la comí". Le dijo algo sobre un problema de salud que le impedía asistir, cerrando la conversación con la frase motivadora estándar #5: "Te dejo a cargo, hazme sentir orgulloso".

Algo notó Violeta en la voz de Carmelo. Aunque sereno como solía serlo siempre, lo sintió distinto. "Este mamaracho..." - alcanzó a exclamar Violeta, mientras colgaba el teléfono. Nerviosa, pensaba que todo se iría al caño, pero del nerviosismo paso a la emoción. Emoción que alimentaba ideas, y porque no, su ego.

Uno a uno, tomó los diseños de la maqueta y se dirigió a la sala de diseño, donde estaba Sara, la diseñadora gráfica. Sara era una máquina. Una de esas personas que contratarías por su talento, mas no por su presencia. Introvertida, callada al extremo. Veía al resto del mundo con ojos de desprecio o indiferencia, dependiendo del humor con el que amaneciera, que obviamente, era imposible de determinar.

"Sara. Esto apesta. Necesito que aceleres, faltan cosas y sabes que no hay mañana" - dijo firmemente Violeta.

"Ok" - fue la única palabra que salió de Sara.

Sucesos más, sucesos menos, ya a las 6 de la tarde de ese día, Violeta tenía listo todo. Mientras preparaba el entregable, sonreía. Estaba sobrada. Todo se había hecho. Se sentía grandiosa. En ese momento, podía acabarse el mundo, y ella solo levantaría la mirada y exclamaría: "Ja!".

Llegaba la noche, y con ella, el momento del descanso.

A la mañana siguiente, llegó Carmelo. No sabía si acercarse a saludar, o pasar de largo. Con dudas, decidió saludar a Violeta.

"Estoy vivo" - alcanzó a decirle a Violeta, mientras intentaba no mostrar ninguna reacción que lo delatara.

"¿Qué fue lo que te pasó? - preguntó Violeta.

Mientras daba un resumen de lo que sucedió en la entrega, Carmelo no evitó recordar los eventos del día anterior. Se escapó con su amante, Vero. Imágenes de esos momentos transcurrían en su mente a una velocidad impresionante, recordando sensaciones, risas, sonidos, sabores, emociones. Momentos intensos, escenas llenas de encaje, cuero, amarres, sangre, dolor, velas y asfixia.

"Es que me caí y me doblé el pie. Tuve que ir al médico" - dijo al final Carmelo.

"¿Y no podías simplemente decírmelo por el teléfono ayer?" - preguntó extrañada Violeta.

Carmelo no escuchó y siguió caminando a su oficina. Seguía hipnotizado inmerso en sus recuerdos. Tanto, que ni siquiera reparó en simular un caminar irregular para apoyar su mentira. Así que su "coartada" se hizo trizas.

"Me doblé el pie, aja..." - se dijo a sí misma Violeta, mientras reía disimuladamente.

Y así, ese día transcurrió sin pena ni gloria. La ausencia de adrenalina hacía de las suyas. Violeta se sentía desanimada, incluso triste. Necesitaba la acción, acelerar, ir al extremo.

Pero solo sería cuestión de tiempo para otro deadline. Ella lo sabía. Así que, solo se reclinó, y disfrutó el pasar de las horas, mientras colocaba su playlist favorito.