Jul 5, 2011

Ansiedad

Es de noche. Me despierto con una sensación de susto y miedo, aunque sorpresiva, familiar. Miro a mi alrededor, y todo parece en orden. Pero algo está mal, se siente un aire pesado, tan pesado que pudieras rebanarlo con un cuchillo si quisieras.

Me levanto y me dirijo a la cocina. Desde allí observo el ventanal. La noche está callada. Me asomo por la ventana, y solo veo en lo que antes solían haber montañas, bruma. Bajo mi mirada y observo la avenida, y solo logro observar el pavimento iluminado por tenues luces de los alumbrados, pero ni un alma pareciera transitar.

"No se que me pasa" - pienso. "Todo estará bien, solo estoy ansioso."

Pero la sensación no disminuye. Poco a poco siento como incluso mis entrañas se retuercen y comienzan a manifestarse. Ardor intenso en lo que llamamos "boca del estómago". Tan intenso que me obliga a llevar mis manos a mi abdomen y arrodillarme.

De inmediato voy por un vaso con agua, y a tragos grandes intento apaciguar el ardor, como si de una quemada se tratara. El ardor disminuye, pero la ansiedad se mantiene.

Decidido a pasar el episodio rápido, regreso a mi cama, y a pesar del episodio, logro conciliar el sueño.

En la mañana, todo ha pasado, pero la cicatriz de la experiencia queda tatuada en la memoria, y en vez de un sueño reparador, despierto sin ánimos. Las fuerzas no son las mismas, haciendo que el día pase lentamente.

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